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Estudio Metódico del Pentateuco Kardeciano Português   Inglês

Año 6 277 – 9 de Septiembre de 2012

ASTOLFO O. DE OLIVEIRA FILHO                    
aoofilho@gmail.com
                                      
Londrina,
Paraná (Brasil)  
Traducción
Maria Reyna - mreyna.morante@gmail.com
 

 

El Libro de los Médiums 

Allan Kardec 

 (Parte 27)
 

Continuamos con el estudio metódico de “El Libro de los Médiums”, de Allan Kardec, la segunda de las obras que componen el Pentateuco Kardeciano, cuya primera edición fue publicada en 1861. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del texto.

Preguntas para debatir 

A. ¿Cuál es el factor que hace más difícil la liberación del obseso?

B. ¿Podemos evocar a los Espíritus?

C. ¿Cómo saben los Espíritus cuándo los evocamos?

D. ¿Por qué signos se puede reconocer la superioridad o inferioridad de los Espíritus?

Texto para la lectura

250. La obsesión no es un signo de indignidad, sino un obstáculo que puede oponerse a ciertas comunicaciones. Esmerarse en remover ese obstáculo que está dentro de él, es lo que debe hacer el obseso. Sin ese esfuerzo, sus oraciones, sus súplicas, nada harán. (Ítem 254, pregunta 3)

251. En ciertos casos, la imposibilidad de comunicarse con los buenos Espíritus puede ser un verdadero castigo, así como la posibilidad de comunicarse con ellos es una recompensa que debemos esforzarnos en merecer.  (Ítem 254, pregunta 4)

252. No se puede impedir que ocurran las manifestaciones espíritas espontáneas, porque no podemos suprimir a los Espíritus, ni impedir que ejerzan su influencia oculta. Además, sería una locura querer suprimir algo que ofrece grandes ventajas, sólo porque individuos imprudentes puedan abusar de ella. El medio de prevenirles los inconvenientes consiste, por el contrario, en hacerlo conocido a fondo. (Ítem 254, pregunta 7)

253. En muchos casos, la identidad absoluta de los Espíritus que se comunican no pasa de ser una cuestión secundaria y sin importancia real. (Ítem 255)

254. La identidad de los Espíritus de personajes antiguos es la más difícil de comprobar, y resulta muchas veces imposible, por lo que quedamos reducidos a una apreciación puramente moral. Se juzga a los Espíritus, como a los hombres, por su lenguaje. Si un Espíritu se presenta con el nombre de Fenelón, pero dice trivialidades y puerilidades, está claro que no puede ser Fenelón. Pero si sólo dice cosas dignas del carácter de Fenelón y que éste no dejaría de suscribir, hay toda probabilidad moral de que sea de hecho de él. La identidad real, en ese caso, es sin embargo una cuestión accesoria, porque desde que el Espíritu sólo dice cosas aprovechables, poco importa el nombre bajo el cual las diga. (Ítem 255)

255. A medida que los Espíritus se purifican y se elevan en jerarquía, las características distintivas de sus personalidades se borran, de cierto modo, en la uniformidad de la perfección; pero no por eso dejan de conservar sus individualidades. Es lo que sucede con los Espíritus superiores y los Espíritus puros. En esa situación, el nombre que tuvieron en la Tierra en una de las mil existencias corporales por las que pasaron, es algo absolutamente insignificante. (Ítem 256)

256. Si consideramos el número de Espíritus que desde el origen de los tiempos deben haber subido las filas más altas de la evolución y lo comparamos con el número tan reducido de los hombres que han dejado un gran nombre en la Tierra, comprenderemos que entre los Espíritus superiores que pueden comunicarse, la mayoría debe carecer de nombre para nosotros, esto es, nombres que los identifiquen. Como necesitamos nombres para fijar nuestras ideas, ellos pueden tomar entonces el de un personaje conocido, cuya naturaleza se identifique más con la de ellos. (Ítem 256)

257. Lo mismo ocurre todas las veces que un Espíritu superior se comunica espontáneamente bajo el nombre de un personaje conocido. Nada prueba que él sea, el Espíritu de ese personaje; pero si él no dice nada que desmienta el carácter de este último, hay presunción de que sí es él mismo y, en todos los casos, se puede decir que, si no es él, es un Espíritu del mismo grado de elevación o tal vez un enviado suyo. La cuestión del nombre es pues, secundaria, pudiéndose considerar el nombre como un simple indicio de la categoría que el Espíritu ocupa en la escala espírita. (Ítem 256)

258. El caso cambia de figura, sin embargo, cuando un Espíritu de un orden inferior se adorna con un nombre respetable, para que sus palabras merezcan credibilidad, y ese caso es tan frecuente que toda precaución nunca será un exceso contra semejantes sustituciones. Es gracias a esos nombres prestados, sobre todo con la ayuda de la fascinación, que algunos Espíritus sistemáticos, más orgullosos que sabios, tratan de que se acepten las ideas más ridículas. (Ítem 256)

Respuestas a las preguntas propuestas

A. ¿Cuál es el factor que hace más difícil la liberación del obseso?

Las imperfecciones morales del obseso son, con frecuencia, el obstáculo principal para su liberación. Si él mejora, su protector espiritual se vuelve a acercar y sólo su presencia será suficiente para expulsar al Espíritu malo. Esto es porque las imperfecciones morales atraen y favorecen a los obsesores, y el medio más seguro de desembarazarse de ellos es atraer a los buenos Espíritus mediante la práctica del bien; éstos sólo asisten a los que los secundan por los esfuerzos que hacen para mejorarse. (El Libro de los Médiums, ítem 252.)

B. ¿Podemos evocar a los Espíritus?

Sí, podemos evocar a todos los Espíritus, de cualquier grado de la escala a la que pertenezcan, tanto buenos como malos, tanto los que dejaron la vida física hace poco tiempo como los que vivieron en épocas más remotas, tanto hombres ilustres como a los más oscuros, los parientes, los amigos y también los que nos son indiferentes. Pero eso no significa que ellos quieran o puedan responder a nuestro llamado; independientemente de su voluntad, o del permiso que les puede ser negado por un poder superior, pueden estar impedidos por motivos que no siempre conocemos. (Obra citada, ítems 274 y 282)

C. ¿Cómo saben los Espíritus cuándo los evocamos?    

Con frecuencia, ellos son prevenidos por los Espíritus familiares que nos rodean y van a buscarlos. Pasa entonces un fenómeno que es difícil de explicar porque se refiere al modo de transmisión de pensamiento entre los Espíritus. El fluido universal esparcido en el Universo, es el vehículo del pensamiento, como el aire lo es del sonido, con la diferencia de que el pensamiento alcanza lo infinito. El Espíritu en el espacio es como el viajero en medio de una vasta planicie que, al oír de repente que pronuncian su nombre, se dirige hacia el lado donde es llamado. De ese modo, el Espíritu evocado, por más lejos que esté, recibe por así decirlo, el impacto del pensamiento, como una especie de choque eléctrico que llama su atención hacia el lado de donde viene el pensamiento que a él se ha dirigido. Oye el pensamiento como en la Tierra oímos la voz. Si la evocación es premeditada, el Espíritu, a veces, es avisado de antemano y se encuentra en el recinto antes del momento en que es llamado nominalmente. (Obra citada, ítem 282, párrafos 5 y 6)

D. ¿Por qué signos se puede reconocer la superioridad o inferioridad de los Espíritus?

Por su lenguaje, como las voces distinguen a un atolondrado de un hombre sensato. Los Espíritus superiores nunca se contradicen y sólo dicen cosas buenas; desean únicamente el bien: éste es su preocupación. Los Espíritus inferiores están todavía bajo el dominio de las ideas materiales; sus conversaciones se resienten de su ignorancia y su imperfección. Sólo a los Espíritus superiores les es dado a conocer todas las cosas y juzgarlas sin pasión. (Obra citada, ítems 268 y 263) 

 

 

 


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