La generosidad
es una virtud
que sólo merece
aplausos
Las personas que
ya tuvieron
contacto con el
Evangelio saben
que el
mandamiento
mayor de la ley
dice respecto a
las relaciones
que tenemos con
Dios nuestro
Padre y con el
prójimo, nuestro
hermano. Amar a
Dios con todas
nuestras fuerzas
y amar al
prójimo como a
nosotros mismos,
he aquí en que
se resumen, de
acuerdo con que
nos enseñó
Jesús, toda la
ley y los
profetas.
En razón de ese
entendimiento,
ayudar a las
personas,
siempre que
ellas de eso
necesiten, es no
sólo un acto de
caridad, sino un
deber que nadie
que se declare
cristiano puede
descuidarse. La
generosidad
constituye, por
lo tanto, una
virtud que
debemos aplaudir
y estimular
siempre, porque
es la que más se
concilia con el
rasgo del
verdadero
cristiano.
Quien ya vivió
al lado de
personas movidas
por la
generosidad sabe
como ese
sentimiento es
importante y
hace bien a
todas las
personas, aunque
no sea algo que
se vea en
determinadas
familias.
Hay en la
literatura un
ejemplo de
generosidad que
debería servir
para todos
nosotros de
modelo y
estimulo. Nos
referimos al
caso de
Veneranda, la
bienhechora
espiritual que
André Luiz
retrata en sus
libros.
Según cuenta
André, un día la
ciudad Nuestro
Hogar amaneciera
en fiesta. El
motivo es que
las
Fraternidades de
la Luz, que
rigen los
destinos
cristianos en
América,
homenajearon a
Veneranda
confiriéndole la
medalla del
Mérito de Tarea.
Se constituía
Veneranda en la
primera entidad
de Nuestro hogar
a lograr
semejante
homenaje, por
presentar un
millón de horas
de trabajo útil,
sin
interrupción,
reclamación o
enflaquecimiento.
En el día a que
nos referimos,
una comisión de
las
Fraternidades de
la Luz fue hasta
Nuestro Hogar
llevarle la
honrosa merced;
no obstante, en
medio al jubilo
general, estando
reunidos en la
plaza mayor el
Ministerio de la
Gobernación, los
otros
Ministerios y la
multitud,
Veneranda sólo
lloró en
silencio y,
enseguida,
ofreció el
trofeo a los
archivos de la
ciudad,
afirmando que no
lo merecía y
transmitiéndolo
a la
personalidad
colectiva de la
colonia. Y, a
pesar de las
protestas del
Gobernador,
desistió de
todos los
homenajes
festivos con que
se pretendía
conmemorar, más
tarde, el
acontecimiento,
sin jamás
comentar la
honrosa
conquista.
En una nota
relativa a ese
acontecimiento,
André Luiz dice
que Veneranda,
en verdad, vivía
íntimamente en
zonas muy
superiores a los
que residían en
Nuestro Hogar y
ahí permanecía,
por espíritu de
amor y
sacrificio,
trabajando –
hacía más de mil
años – por un
grupo de
corazones bien
amados que
tardaban en la
Tierra.
Restaron, pues,
razones para que
Veneranda fuese,
al lado del
Gobernador de
Nuestro Hogar,
la única entidad
de la colonia
que ya había
visto a Jesús en
las Esferas
Resplandecientes,
un hecho que
ella también
jamás
comentaba.
Sabemos, con
base en la
doctrina
espirita, que el
perfeccionamiento
espiritual de la
criatura humana
es el resultado
de tres factores
bien conocidos:
buenos
pensamientos,
buenos
sentimientos y
buenos actos, lo
que nos enseña
que ser generoso
y auxiliar el
prójimo hace
bien a ambos: a
quien es
beneficiado y
para aquél que
presta el
beneficio.
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