Continuamos con el
estudio metódico de “El
Libro de los Médiums”,
de Allan Kardec, la
segunda de las obras que
componen el Pentateuco
Kardeciano, cuya primera
edición fue publicada en
1861. Las respuestas a
las preguntas sugeridas
para debatir se
encuentran al final del
texto.
Preguntas para debatir
A. Kardec
enumera 26 principios
que deben ser tomados en
cuenta para reconocer la
calidad de los
Espíritus. ¿Cómo podemos
resumirlos?
B. ¿Qué
debemos pensar de los
Espíritus que a veces se
valen de nombres de
santos o personajes
conocidos?
C. ¿Se
puede reconocer a los
Espíritus por las
impresiones que nos
causa su aproximación?
D. ¿Por
qué la reencarnación, en
el tiempo de Kardec, no
era enseñada por todos
los Espíritus
comunicantes?
Texto para la lectura
358. De
todos los fenómenos
espíritas, los que más
se prestan al fraude son
los fenómenos físicos.
Primero, porque
impresionan más a la
vista que a la
inteligencia. En segundo
lugar, porque al
despertar la curiosidad,
más que los otros, son
más apropiados para
atraer a multitudes.
(Ítem 315)
359. En
todo, las personas más
fáciles de engañar son
las que no pertenecen al
oficio. Lo mismo sucede
con el Espiritismo. Las
que no lo conocen se
dejan engañar fácilmente
por las apariencias,
mientras que un atento
estudio previo las
inicia no sólo en las
causas de los fenómenos
sino también en las
condiciones normales en
que ellos suelen
producirse, dándoles así
los medios para
descubrir el fraude si
éste existiera. (Ítem
316)
360. La
imitación de todos los
fenómenos espíritas no
es fácil. Hay algunos
que evidentemente
desafían la habilidad de
los prestidigitadores:
tales como el movimiento
de objetos sin contacto,
la suspensión de los
cuerpos pesados, los
golpes en diferentes
lugares, las
apariciones, etc., salvo
empleen tramoyas y haya
colusión. Por esto, es
necesario observar
atentamente las
circunstancias y tener
en cuenta el carácter y
la posición de las
personas que
intervienen. En
principio, pensamos que
se debe desconfiar de
cualquiera que haga de
esos fenómenos un
espectáculo, o un objeto
de curiosidad y
diversión, y pretenda
producirlos a voluntad.
(Ítem 318)
361. Las
reuniones ofrecen muchas
ventajas, porque
permiten que los que
toman parte en ellas se
esclarezcan mediante el
intercambio de las
ideas, por las preguntas
y observaciones que
hagan, de las cuales
todos aprovechan. Pero
para que produzcan todos
los frutos deseables,
requieren condiciones
especiales. (Ítem 324)
362. Cada
reunión espírita es un
todo colectivo (Ítem
324)
363. Las
reuniones espíritas
presentan
características muy
diferentes, según la
finalidad con que se
realizan; por eso mismo,
sus condiciones
intrínsecas también
pueden diferir. (Ítem
324)
364.
Según el género al que
pertenezcan, las
reuniones pueden ser
frívolas, experimentales
o instructivas.
(Ítem 324)
365. Las
reuniones frívolas están
integradas por personas
que sólo ven el lado
divertido de las
manifestaciones y se
divierten con las
gracias de los Espíritus
livianos. En esas
reuniones se preguntan
banalidades de todo
tipo, se pide a los
Espíritus la predicción
del futuro y otras mil
cosas sin ninguna
importancia. El sentido
común nos dice que los
Espíritus elevados no
asisten a las reuniones
de ese género. (Ítem
325)
366. Las
reuniones experimentales
tienen particularmente
por objeto la producción
de manifestaciones
físicas. Para muchos son
un espectáculo más
curioso que instructivo.
Los incrédulos salen de
ellas más sorprendidos
que convencidos. Eso no
sucede con los que han
estudiado, porque
comprenden de antemano
la posibilidad de los
fenómenos: la
observación de los
hechos positivos
determina o completa su
convicción. Si hubiera
subterfugios, estarán en
condiciones de
descubrirlos. (Ítem
326)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. Kardec
enumera 26 principios
que deben ser tomados en
cuenta para reconocer la
calidad de los
Espíritus. ¿Cómo podemos
resumirlos?
Se juzga
a los Espíritus por su
lenguaje y por sus
acciones. Las acciones
de los Espíritus son los
sentimientos que
inspiran y los consejos
que dan. Al admitir que
los Espíritus buenos
dicen y practican sólo
el bien, todo lo que
fuera malo no puede
venir de un Espíritu
bueno. Los Espíritus
superiores tienen un
lenguaje siempre digno,
noble, elevado, sin
mezcla de ninguna
trivialidad; todo lo
hablan con sencillez y
modestia, jamás se
vanaglorian, nunca hacen
ostentación de su
sabiduría ni de su
posición entre los
demás. El lenguaje de
los Espíritus inferiores
o vulgares tiene siempre
algún reflejo de las
pasiones humanas;
cualquier expresión que
demuestre bajeza,
presunción, arrogancia,
charlatanería, acritud,
es un indicio
característico de
inferioridad o de
bellaquería si el
Espíritu se presenta
bajo un nombre
respetable y venerado.
Los Espíritus buenos
sólo dicen lo que saben;
se expresan con
sencillez, sin
prolijidad, jamás dan
órdenes; no se imponen
sino aconsejan y si no
son escuchados, se
retiran; no elogian, nos
aprueban cuando hacemos
el bien pero siempre con
discreción; son muy
escrupulosos en los
actos que aconsejan; en
todos los casos se
proponen sólo un
objetivo serio y
eminentemente útil;
tratan de corregir los
errores y predican la
indulgencia, y jamás
siembran la cizaña con
insinuaciones pérfidas;
por parte de los
Espíritus superiores las
bromas son a menudo
finas e ingeniosas,
jamás vulgares;
prescriben sólo el bien
y sus consejos son
perfectamente
racionales.
(El Libro
de los Médiums, ítem
267.)
B. ¿Qué
debemos pensar de los
Espíritus que a veces se
valen de nombres de
santos o personajes
conocidos?
Todos los
nombres de los santos y
personajes conocidos no
bastarían para dar un
protector a cada hombre
de la Tierra. Entre los
Espíritus hay pocos que
tengan un nombre
conocido en la Tierra;
he ahí por qué muy a
menudo ellos se
abstienen de dar su
nombre. Pero como la
mayor parte de las
criaturas encarnadas les
pide un nombre, para
satisfacerles toman el
nombre de alguien que
las personas conozcan o
respeten. Cuando es para
el bien, Dios permite
que así se haga entre
Espíritus de la misma
categoría, porque entre
ellos hay solidaridad y
semejanza de
pensamientos. (Obra
citada, ítem 268,
párrafo 3.)
C. ¿Se
puede reconocer a los
Espíritus por las
impresiones que nos
causa su aproximación?
Sí.
Muchos médiums reconocen
a los buenos y a los
malos Espíritus por la
impresión agradable o
penosa que experimentan
ante su aproximación. El
médium experimenta las
sensaciones del estado
en que se encuentra el
Espíritu que se le
acerca. Cuando el
Espíritu es feliz, su
estado es tranquilo,
ligero, sereno; cuando
es infeliz, es agitado,
febril y esta agitación
pasa naturalmente al
sistema nervioso del
médium. (Obra citada,
ítem 268, párrafo 28.)
D. ¿Por
qué la reencarnación, en
el tiempo de Kardec, no
era enseñada por todos
los Espíritus
comunicantes?
Dos son
las razones: por un lado
la ignorancia de los
Espíritus comunicantes,
cuyas ideas estaban
todavía muy limitadas al
presente. Para ellos, el
presente debe durar
siempre; no ven nada más
allá del círculo de sus
precepciones y no se
inquietan por saber de
dónde vienen ni a dónde
irán. La reencarnación
es para ellos una
necesidad en la cual
sólo piensan cuando ella
llega; saben que el
Espíritu progresa pero
no saben cómo. Esto es
para ellos un problema.
En segundo lugar, es
necesario entender la
prudencia que, en
general, usan los
Espíritus en la difusión
de la verdad: una luz
muy viva y repentina
deslumbra y no aclara.
Entonces, en ciertos
casos pueden juzgar
útil divulgarla sólo
gradualmente, de acuerdo
con los tiempos, los
lugares y las personas.
Moisés no enseñó todo lo
que enseñó Cristo, y el
mismo Cristo no dijo
muchas cosas cuya
comprensión estaba
reservada para las
generaciones futuras. En
un país donde el
prejuicio del color de
la piel reina soberano,
donde la esclavitud está
arraigada en las
costumbres, hubieran
rechazado el Espiritismo
simplemente porque
proclama la
reencarnación, puesto
que la idea de que el
amo pueda retornar
esclavo y viceversa, les
parecería monstruosa.
¿No era mejor hacer
aceptar primero el
principio general para
que, más tarde, se
sacaran de allí las
consecuencias?
(Obra
citada, ítem 301,
párrafos 8 y 9)
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