Como vemos Jesús
Cinco años
atrás, en
vísperas de la
Navidad de 2007,
publicamos en
esta revista el
Especial
titulado “Como
el Espiritismo
ve Jesús y la
moral cristiana”
- http://www.oconsolador.com.br/36/especial.html
-, un texto que
vale la pena
acordarnos
siempre, para
enseñar al
lector la
reverencia con
que el
Espiritismo
trata la persona
de Jesús y sus
enseñanzas.
En los ítems 6 y
7 del capítulo I
d’ El
Evangelio según
el Espiritismo,
Kardec
escribió:
“La ley del
Antiguo
Testamento tuvo
en Moisés su
personificación;
la del Nuevo
Testamento la
tiene en Cristo.
El Espiritismo
es la tercera
revelación de la
ley de Dios,
pero no tiene
como
personificación
ninguna
individualidad,
porque es fruto
de la enseñanza
dada, no por un
hombre, pero sí
por los
Espíritus, que
son las voces
del Cielo, en
todos los puntos
de la Tierra,
con el concurso
de una multitud
innumerable de
intermediarios.
Es, de cierta
manera, un ser
colectivo,
formado por el
conjunto de los
seres del mundo
espiritual, cada
uno de los
cuales trae el
tributo de sus
luces a los
hombres, para
tornarles
conocido ese
mundo y la
suerte que los
espera.
“Así como el
Cristo dice: ‘No
vine destruir la
ley, pero
cumplirla’,
también el
Espiritismo
dice: ‘No vengo
destruir la ley
cristiana, pero
darle
ejecución’. Nada
enseña en
contrario a lo
que enseñó el
Cristo; pero
desarrolla,
completa y
explica, en
términos claros
y para toda
gente, lo que
fue dicho apenas
bajo forma
alegórica. Viene
cumplir, en los
tiempos
predichos, lo
que el Cristo
anunció y
preparar la
realización de
las cosas
futuras. Él es,
pues, obra del
Cristo, que
preside, como
igualmente lo
anunció, a la
regeneración que
se opera y
prepara el reino
de Dios en la
Tierra”.
Analizando el
texto arriba en
la
Introducción al
Libro de los
Espíritus
(LAKE, 3ª
edición, págs.
11 y 12),
Herculano Pires
afirma, con la
autoridad
intelectual que
conocemos, que
la Biblia es la
codificación de
la primera
revelación
cristiana, el
Espiritismo, la
codificación de
la tercera
revelación, y el
Evangelio
representa la
segunda
revelación,
“la que brilla
en el centro de
la tríada de
esas
revelaciones”,
teniendo en la
figura del
Cristo el sol
que ilumina las
dos otras, una
como que
“intervención
directa del Alto
para la
reorientación
del pensamiento
terreno”.
¡Sol que ilumina
las dos otras!
Herculano no
podría haber
sido más feliz
al escribir
tales palabras
y, no obstante,
apenas
confirmaba lo
que, mucho antes
de él, Léon
Denis y Emmanuel
habían escrito a
respecto del
amigo espiritual
cuyo aniversario
de nacimiento se
conmemorará de
aquí dos días.
El “gobernador
espiritual” de
nuestro planeta,
de acuerdo con
las palabras de
Léon Denis, tuvo
realmente, y
continua
teniendo, un
papel
fundamental en
la organización
y el rumbo del
mundo donde
vivimos, como
podemos inferir
leyendo este
pequeño texto
que Emmanuel
insirió en el
cap. 1 del libro
A Camino de la
Luz.
“Pregonan las
tradiciones del
mundo espiritual
que en la
dirección de
todos los
fenómenos, del
nuestro sistema,
existe una
Comunidad de
Espíritus Puros
y Electos por el
Señor Supremo
del Universo, en
cuyas manos se
conservan las
riendas
directivas de la
vida de todas
las
colectividades
planetarias. Esa
Comunidad de
seres angélicos
y perfectos, de
la cual es Jesús
uno de los
miembros
divinos, a lo
que nos fue dado
saber, apenas ya
se reunió, en
las proximidades
de la Tierra,
para solución de
problemas
decisivos de la
organización y
del rumbo de
nuestro planeta,
por dos veces en
el curso de los
milenios
conocidos. La
primera se
averiguó cuando
el orbe
terrestre se
desprendía de la
nebulosa solar,
a fin de que se
lanzasen, en el
Tiempo y en el
Espacio, las
balizas del
nuestro sistema
cosmogónico y
los pródromos de
la vida en la
materia en
ignición, del
planeta, y la
segunda, cuando
se decidió la
venida del Señor
a la faz de la
Tierra, trayendo
a la familia
humana la
lección inmortal
de su Evangelio
de amor y
redención.”
No fue, por lo
tanto, sin razón
que Allan
Kardec, al
comentar la
respuesta dada
por los
inmortales a la
pregunta 625 d’
El Libro de
los Espíritus,
escribió:
“Jesús es para
el hombre el
tipo de la
perfección moral
a que puede
aspirar la
humanidad en la
Tierra. Dios nos
lo ofrece como
el más perfecto
modelo, y la
doctrina que él
enseñó es la más
pura expresión
de su ley,
porque él estaba
poseído del
espíritu divino
y fue el ser más
puro que ya
apareció sobre
la Tierra”.
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