La
madre abrió la puerta
del cuarto y, con
cariño, llamó al hijo:
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— ¡Despierta, Alex! ¡Es
la hora de levantarse
para ir a la escuela!
El niño abrió los ojos,
desperezándose y sonrió,
sintiéndose muy feliz.
Alex era un niño bueno,
sin embargo perezoso.
Generalmente, cuando la
madre lo llamaba, él se
resistía para
levantarse, lleno de
pereza. Murmuraba y sólo
dejaba la cama por no
tener más remedio.
Ese día, en especial,
fue diferente. Hasta él
extrañó su buen humor,
la sensación de
bienestar y de
contentamiento.
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— ¿Por qué será que
desperté tan contento? —
pensó.
De repente, como una
película, se acordó con
claridad de un sueño que
había tenido aquella
noche.
Animado, se levantó
rápido, tomó un baño, se
vistió y fue para la
cocina, donde la madre
lo aguardaba con el
desayuno listo.
— ¡Enhorabuena, Alex!
Hoy tú fuiste rápido.
Ahora, toma la leche y
come tu pan con manteca.
Tú tienes tiempo para
alimentarte bien.
Con los ojos brillando,
el niño cogió el vaso de
leche y contó:
— ¡Mamá, esta noche yo
tuve un sueño muy
interesante!
— ¿Es eso? ¿Y qué
soñaste tú, hijo?
— Yo estaba durmiendo y
desperté. Levanté de la
cama y anduve por el
cuarto. No tenía sueño,
pero aún no era hora de
levantarse; allá fuera
estaba muy oscuro.
Entonces, fui hasta mi
cama para coger el libro
que estaba leyendo antes
de dormir. ¡Me llevé
un susto!
¡Yo me vi durmiendo en
la cama! – dijo el niño,
lleno de espanto.
La madre sonrió,
percibiendo lo que había
ocurrido.
— Muy interesante mismo,
Alex. ¿Y después?
El niño pensó un poco y
prosiguió:
— Después, noté una luz
en el cuarto y miré de
donde venía. ¡Era la
abuela Ângela que
sonreía para mí!... Ella
se aproximó y me dio un
abrazo diciendo:
“Enhorabuena, mi nieto.
Tú has sido un buen niño
y, por eso, yo vine a
buscarte para hacer un
paseo.”
Un poço asustado,
pregunté:
— ¡Abuela Ângela, pero
la abuela ya murió!...
— Nadie muere, Alex. La
vida continúa. En el
Mundo Espiritual nos
reencontramos con los
seres queridos que ya no
habitan el mundo
terreno.
¡Entonces, la abuela me
dio la mano y nosotros
salimos “volando”! Ella
me llevó a una casa muy
pobre donde una niña
lloraba. Pregunté a la
abuela porque ella
estaba llorando, y ella
me contó que la niña
estaba enferma.
Entonces, la abuela me
pidió que yo consolara a
la chica. Entonces, me
aproximé a ella y
coloqué la mano en su
cabecita diciendo:
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— No te preocupes. Luego
tú vas a mejorar.
Confia en Jesús.
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La niña paró de llorar y
sonrió más animada,
después durmió.
Enseguida, la abuela me
llevó a un lugar lindo y
lleno de niños, algunos
alegres y otros tristes
y llorosos. La abuela
me explicó:
— Aquella niña que tú
viste, aún está
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en la Tierra.
Ahora, estamos
en el Mundo
Espiritual.
Estos niños
murieron pronto
y dejaron sus
familias en el
planeta. Por eso
están llorando. |
Converse con ellos.
Me aproximé de uno de
ellos, me senté a su
lado, y le dijo palabras
de consuelo. Luego ella
paró de llorar y sonrió
para mí.
— ¿No es maravilloso,
mamá?
La madre, emocionada,
estuvo de acuerdo:
— Sí, mi hijo. ¡Es
maravilloso! ¿Y qué más
la abuela te dijo?
— Que está siempre junto
a ti, mamá, de nosotros,
ayudando a todos. Sólo
que nosotros no
percibimos su presencia.
Alex quedó callado, como
si pensara en algo,
después preguntó:
— Mamá, yo aún no
entendí como es que yo
vi “dos” Alex, iguales.
¡Uno durmiendo y otro
despierto! ¿Crees que yo
hasta pellizque mi brazo
para ver si era verdad?
¿Cómo puede ser?
— Muy simple, Alex. Es
que cuando dormimos, el
Espíritu queda libre. El
cuerpo necesita de
descanso, pero el
Espíritu no. Entonces,
él sale y va adónde
quiera. En verdad tú
viste tu cuerpo
espiritual, pues el
Espíritu mismo es
inteligencia, es luz —
la madre explicó.
— ¿Eso puede ocurrir con
todo el mundo?
— Sí. Pero depende de la
comprensión que la
persona tiene sobre la
existencia del espíritu,
la vida espiritual y
como ella es. Debes
sentirte muy feliz,
hijo.
— Sí estoy, mamá.
Desperté hoy bien
dispuesto como hace
mucho no me sentía.
¡¿Quieres decir que
puedo hacer lo que
quiera por la noche?!...
— Como tú tienes sólo
diez años, ciertamente
estarás acompañado por
un Espíritu bueno,
aquello que las personas
llaman “ángel de la
guardia”. A medida que
vayas creciendo y
aprendiendo cada vez
tendrás más libertad de
acción.
— Entendí. Entonces voy
a prepararme para ayudar
a las personas. Me gustó
ayudar aquellos niños.
Voy a ser “ángel de la
guardia” cuando crezca,
como la abuela.
La madre sonrió,
abrazando al hijo con
amor. Sabía que él
estaba en el camino
correcto, lleno de
buenos propósitos, y
agradeció a Jesús por
las lecciones que él
había recibido en
aquella noche.
MEIMEI
(Recebida por Célia X.
de Camargo em
Rolândia-PR, em 1º de
abril de 2013.)
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