Continuamos el estudio metódico del libro “El Cielo y el Infierno, o la Justicia Divina según el Espiritismo”, de Allan Kardec, cuya primera edición fue publicada el 1º de agosto de 1865. La obra integra el llamado Pentateuco Kardeciano. Las respuestas a las preguntas sugeridas para debatir se encuentran al final del texto.
Preguntas para debatir
A. ¿Podrá una persona, por un esfuerzo de su propia voluntad, retardar el momento de la separación del alma y el cuerpo?
B. ¿Cómo considerar el dolor y la resignación?
C. ¿Qué ocurre después de la muerte con las personas usureras, endurecidas, egoístas y más?
D. Ante la eternidad que nos aguarda, ¿cómo proceder en relación a los bienes que poseemos?
Texto para la lectura
174. Kardec preguntó a Cardon si estuvo muerto cuando sucedió la primera crisis. “Sí y no: habiendo mi Espíritu abandonado al cuerpo, naturalmente la carne se iba destruyendo; pero al tomar otra vez la posesión de mi morada terrena, la vida volvió al cuerpo, que había pasado por una transición, por un sueño”, respondió Cardon, que sentía entonces los lazos que lo retenían a su cuerpo. (Segunda Parte, cap. III, Cardon, médico.)
175. Hablando sobre su condición en el mundo espiritual, el exmédico reveló: “El dolor aflige en este mundo, pero fortalece bajo el punto de vista del futuro espiritual. Observad que Dios tomó en cuenta mis oraciones y mi fe absoluta depositada en Él; estoy firme en el camino de la perfección y llegaré al fin que me fue permitido entrever”. “Pido a todos los míos que crean en Dios poderoso, justo e inmutable; en la oración que consuela y alivia; en la caridad que es el acto más puro de la encarnación humana; les pido que se acuerde que también se puede dar de lo poco, pues el óbolo del pobre es más meritorio a los ojos de Dios, de ese Dios que sabe que un pobre da mucho aunque dé poco.” (Segunda Parte, cap. III, Cardon, médico.)
176. La experiencia de la señora Anna Belle-Ville, fallecida a los 35 años de edad después de una cruel enfermedad, nos proporciona diversas enseñanzas. Primero: el valor del sufrimiento cuando es soportado con resignación. Debido a esto, Anna informó que estaba totalmente curada, pero necesitaba aún de la ayuda de las oraciones. Segundo: la verificación de que su enfermedad y sus padecimientos constituían una expiación del pasado, una deuda más que tuvo que pagar. Tercero: el reconocimiento de la importancia de la doctrina espírita. “Cuando vuelva a la Tierra – dijo ella – seré espírita, os lo aseguro. ¡Qué ciencia sublime! Asisto a menudo a vuestras reuniones y a las instrucciones que os transmiten. Si los hubiera podido comprender cuando vivía en la Tierra, mis sufrimientos habrían sido atenuados.” (Segunda Parte, cap. III, Señora Anna Belle-Ville.)
177. Comentando el caso Anna Belle-Ville, Kardec enseña: “El progreso del alma en la vida espiritual es (…) un hecho demostrado por la experiencia. La vida corporal es la práctica de ese progreso, la demostración de sus resoluciones, el crisol en el que se depura. Puesto que el alma progresa después de la muerte, su suerte no puede estar irrevocablemente fijada, porque la fijación definitiva de la suerte es, como ya hemos dicho, la negación del progreso”. (Segunda Parte, cap. III, Señora Anna Belle-Ville, nota al final del capítulo.)
178. “Después de la muerte – afirma el Espíritu de Georges -, los Espíritus endurecidos, egoístas y malos son dominados por una deuda cruel sobre su destino presente y futuro. Miran a su alrededor y no ven nada que puedan aprovechar para el ejercicio de su maldad – lo que los desespera, porque el aislamiento y la inacción son intolerables para los malos Espíritus.” Tales Espíritus comprenden el abatimiento de los Espíritus débiles y castigados, y se prenden a ellos como a una presa, dado que utilizan el recuerdo de sus faltas pasadas, que ellos ponen continuamente en acción por sus gestos burlones. (Segunda Parte, cap. IV, El Castigo.)
179. No contentos con esto, se lanzan también hacia la Tierra como buitres hambrientos, buscando entre los hombres un alma que les dé fácil acceso a sus tentaciones. “Al encontrarla – informa Georges -, se apoderan de ella exaltando su codicia y tratando de extinguir su fe en Dios, hasta que por fin, dueños de una conciencia y viendo asegurada a su presa, extienden sobre todo cuanto le rodea el fatal contagio.” (Segunda Parte, cap. IV, El Castigo.)
180. Según Georges, el Espíritu malo, al poner en práctica su ira, es casi feliz, y sufre sólo en los momentos en que deja de actuar, o en los casos en los que el bien triunfa sobre el mal. Sin embargo, los siglos pasan y, de repente, presiente que las tinieblas acabarán envolviéndolo, su círculo de acción se estrecha y su conciencia le hace sentir las aceradas espinas del remordimiento. (Segunda Parte, cap. IV, El Castigo.)
181. No demora, entonces, en producirse un gran vacío en él y a su alrededor: llega el momento en que debe expiar, la reencarnación se le presenta amenazadora, y ve como en un espejo las pruebas terribles que le esperan. Quiere retroceder pero avanza y, precipitado en el abismo de la vida, rueda asustado, hasta que el velo de la ignorancia cae sobre sus ojos. (Segunda Parte, cap. IV, El Castigo.)
182. Muerto a los 21 años, Novel se dirigió al médium a quien había conocido en vida, y le contó su sufrimiento que siguió a su muerte corporal. “Mi Espíritu, prendido al cuerpo por lazos materiales, tuvo grandes dificultades para desprenderse – lo que ya fue, de por sí, una ruda agonía”, dijo. La conciencia de su estado y la revelación de las faltas que había cometido en todas sus encarnaciones, lo herían súbitamente, mientras una luz implacable iluminaba los pliegues más secretos de su alma. (Segunda Parte, cap. IV, Novel.)
183. Después de describir sus angustias, Novel afirmó: “Un mortal puede presentir los tormentos materiales por los estremecimientos de la carne; pero vuestros frágiles dolores, suavizados por la esperanza, atenuados por las distracciones o muertos por el olvido, no os darán nunca la comprensión de las angustias de un alma que sufre sin tregua, sin esperanza, sin arrepentimiento”. (Segunda Parte, cap. IV, Novel.)
Respuestas a las preguntas propuestas
A. ¿Podrá una persona, por un esfuerzo de su propia voluntad, retardar el momento de la separación del alma y el cuerpo?
Sí. En determinadas condiciones, un Espíritu encarnado puede prolongar su existencia corporal a fin de terminar instrucciones indispensables o que él las juzgue como tal. Se trata de una concesión que se le puede hacer, pero esa prolongación de la vida no puede dejar de ser breve, porque le está prohibido al hombre invertir el orden de las leyes naturales, así como retornar de motu proprio a la vida cuando ésta ha llegado a su término. Es sólo una suspensión momentánea. No obstante, es necesario que a pesar de la posibilidad de este hecho no se concluya su generalidad, ni tampoco que dependa de cada uno prolongar de ese modo su existencia. Como prueba para el Espíritu o en el interés de una misión que concluir, los órganos debilitados pueden recibir un suplemento de fluido vital que les permita prolongar por algunos momentos la manifestación material del pensamiento. Esos casos son, pues, excepcionales y no constituyen la regla. (El Cielo y el Infierno, Segunda Parte, cap. III, Señora Anna Belle-Ville, respuesta dada por San Luis.)
B. ¿Cómo considerar el dolor y la resignación?
La resignación suaviza el dolor y vuelve útil el sufrimiento; teniendo en cuenta esto, la persona afectada por el dolor, sufre menos. Por el contrario, la falta de resignación hace estéril el sufrimiento y, por eso mismo, tendrá que volver a empezar. (Obra citada, Segunda Parte, cap. III, Cardon y Señora Anna Belle-Ville; ver también cap. VIII, Un sabio ambicioso.)
C. ¿Qué ocurre después de la muerte con las personas usureras, endurecidas, egoístas y más?
Después de la muerte, los Espíritus endurecidos, egoístas y malos son luego dominados por una duda cruel sobre su destino presente y futuro. Miran a su alrededor y no ven nada que puedan aprovechar para el ejercicio de su maldad – hecho que los desespera, porque el aislamiento y la inacción son intolerables para los malos Espíritus. No elevan la mirada hacia la morada de los Espíritus elevados, contemplan lo que les rodea y, entonces, al comprender el abatimiento de los Espíritus débiles y castigados, se prenden a ellos como a una presa, utilizando el recuerdo de sus faltas pasadas, que ellos ponen continuamente en acción por sus gestos burlones. (Obra citada, Segunda Parte, cap. IV, parte inicial de "El castigo" y François Riquier.)
D. Ante la eternidad que nos aguarda, ¿cómo proceder en relación a los bienes que poseemos?
El hombre debe utilizar con sobriedad los bienes de los que es depositario, y habituarse a tener en la mira la eternidad que le aguarda y, en consecuencia, renunciar a los goces materiales. Su alimentación debe tener como fin exclusivo su vitalidad; su lujo debe restringirse a las necesidades de su posición; sus gustos y sus inclinaciones, incluso las más naturales, deben obedecer al razonamiento más sensato; sin esto, él se materializa en vez de depurarse. Las pasiones humanas son grilletes apretados que se enroscan en la carne y, por eso, no debemos darles abrigo. ¡Los encarnados no saben lo que esto cuesta cuando regresan a la patria! (Obra citada, Segunda Parte, cap. IV, Lamentaciones de un bohemio.)