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La profesora reunió a
los alumnos y anunció
que la escuela, en pocos
días, compliría
cincuenta años y habría
una gran fiesta. Para
tanto, solicitaba la
colaboración de los
alumnos para hacer la
decoración.
A todos gustó mucho la
idea y aceptaron
colaborar.
Así, al día siguiente la
profesora trajo el
material que sería usado
para hacer los adornos
del gran salón. Después,
separó los equipos y
escogió un jefe para
cada una de ellos,
dándoles trabajos
diferentes y explicando
cómo deberían hacer.
Marcos, jefe de uno de
los equipos, tendría
cinco compañeros
trabajando con
él. Aline, una
de las niñas,
que le gustaba
crear
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problemas, no
aceptó cortar
tiras de papel
para adornar el
salón.
Marcos, con paciencia,
explicó: |
— Aline, no fui yo que
escogí el servicio. ¡Fue
la profesora que
distribuyó las tareas!
— ¡Pues no concuerdo y
no quiero hacerlo!
— Entonces, ve a hablar
con la profesora —
respondió Marcos.
La niña salió pisando
fuerte, irritada. Al
encontrar la profesora,
fue inmediatamente
quejándose:
— Prof. ª Amélia,
¡Marcos quiere obligarme
a hacer lo que no quiero
y no me gusta!
Con delicadeza, la
profesora le explicó que
cada equipo tenía una
actividad diferente y a
la de ella cabía hacer
las tiras para adornar
las paredes. Como Aline
continuara protestando
del trabajo, la
profesora la cambió de
equipo.
Allá fue Aline para el
equipo de Márcia, que le
explicó lo que estaban
haciendo:
— Estamos cortando
cartulina para hacer las
invitaciones para la
fiesta. Tú tienes que
medir la cartulina y
después cortar. ¡Sólo
eso! ¡Es fácil!
— ¡Que horror! ¡Detesto
tener que medir papel, y
cortar
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yo encuentro que
es peor aún! ¿No
tienes otro
trabajo para mí? |
— Lo siento mucho —
respondió Márcia — esa
es la tarea de este
equipo.
Aline nuevamente se
quejo a la profesora,
que la mandó para otro
equipo, donde estaban
pintando carteles para
adornar las paredes del
salón. La reacción de
ella fue rápida:
— ¡Pero no sé pintar!...
Llena de paciencia, la
profesora la encaminó
para otro equipo, y más
otro y otro aún.
Llegó el momento que la
profesora le dijo:
— Aline, yo ya sé cual
es tu problema de
adaptación a los
equipos.
— ¿Y cuál es, profesora?
— Pereza. ¡Falta de
voluntad de trabajar!
La niña quedó roja, y
bajó la cabeza
avergonzada.
— No es eso, profesora.
Es que no tengo
facilidad para hacer
esas tareas. ¡Déme otra
oportunidad! Prometo que
voy a hacerlo sin
protestar.
La profesora pensó un
poco y concordó:
— Está bien. Creo que
hallé la tarea adecuada
para ti.
— ¡Que bueno!
¡Finalmente!...
La profesora la llamó a
una esquina y, cogiendo
una escoba, un balde y
una pala, lo colocó todo
en las manos de ella:
— Aquí está, Aline. Creo
que ahora será capaz de
trabajar. La única cosa
que deberás hacer es
barrer los restos de
papel que caen en el
suelo y colocarlos en la
basura.
— Pero... ¿barrer el
suelo, profesora?
— ¡Sí! Nada hay de
vergonzoso en eso. Sólo
estoy adelantando el
trabajo. Al terminar las
actividades, todos los
alumnos irán a recoger
los papeles del suelo
para dejar el salón
limpio. Así, como tú no
estás haciendo nada,
comenzarás a recoger la
suciedad del suelo.
¡Así, todos terminarán
las tareas a la vez!
Muy avergonzada, Aline
cogió la pala, el balde
y la escoba, y se puso a
barrer el suelo.
Al terminar las
actividades, los demás
alumnos, sonrientes y
animados, aún la
ayudaron a concluir la
limpieza. Aline creyó
que ellos la estuvieran
ayudando
para mostrar que eran
más capaces que ella,
sin embargo los
compañeros no mostraban
mala intención: sonreían
bien humorados,
jugueteaban entre sí,
contentos, y conversaban
con ella, dejándola a
voluntad.
En aquel momento, Aline
entendió que el trabajo
es bendición divina que
une a las personas,
creando buena relación y
generando bienestar.
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Al término de las
tareas, Aline se
aproximó a la profesora
y dijo:
— Prof. ª Amélia,
entendí la lección.
Gracias por la
oportunidad de ayudar.
De otra vez, puede
contar conmigo para lo
que sea.
El día de la fiesta, la
animación y la alegría
entre los alumnos era
general al recibir a los
invitados y las
autoridades de la
ciudad. Y Aline, en
medio del grupo, también
se sentía satisfecha por
haber colaborado para
que todo estuviera tan
bonito y arreglado.
MEIMEI
(Recebida em 13/01/2014,
por Célia X. de
Camargo.)
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