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Espiritismo para los niños - Célia X. de Camargo - Português Inglês 
Año 8 371 13 de Julio de 2014

Traducción
Isabel Porras Gonzáles - isy@divulgacion.org
 

 

Cambio de favores
  

  

Cierta vez, una pequeña lagartija estaba buscando qué comer, cuando vio una linda y apetitosa hoja allí cerca. Se arrastró hasta allá, con dificultad, y estaba comenzando a devorarla, cuando vio a un pájaro que buscaba comida allí cerca.

Asustada, la lagartija se encogió, esperando que él no la viera, pues el era llamado de papa-lagartijas. Pero, muy experto, el pájaro ya vio a la bella lagartija que se arrastraba

por la hoja.  

Él voló para cerca de ella y pió:

— Lo siento mucho, Doña Lagarta, pero preciso llevarla para mi nido, donde los hijitos esperan por el alimento.

La lagarta se encogió toda de miedo y respondió:

— También estoy cortando hojas para llevar a mi nido, donde mis hijitos aguardan con hambre. ¡Tenga piedad de mí, Señor Pájaro!

— Pero yo no puedo, Doña Lagarta. Y mis hijos, ¿qué van a comer?

A lo que la lagarta respondió:

— Está bien. ¿Vamos a hacer un acuerdo? Entonces, así que yo lleve la comida para mis lagartitas estaré a su disposición.
 

El pájaro aceptó lo combinado y esperó a la lagartija acabar de cortar la hoja. Después, la lagartija se arrastró hasta el local donde había dejado a los hijitos llevando la hoja, y el pájaro la acompañó.

Al ver a los hijitos de la lagartija, los ojitos del pájaro brillaron. Él se quedó encantado con la provisión de alimento que podría

llevar para sus hijos. Las lagartijas eran bien verdecitas y apetitosas, y pensó: ¡Mis hijos van a disfrutar!

En ese momento, descuidándose, el pájaro no vio a un gran cocodrilo que, saliendo del agua, se arrastraba por la maleza ribereña. Llegando cerca del pájaro, se preparaba para comerlo, cuando la lagartija lo vio y, apenada, avisó:
 

— ¡Señor Pájaro, cuidado con el cocodrilo!

Oyendo la alerta, rápidamente él abrió las alas y alzó el vuelo, escapando de los dientes del cocodrilo. Después, volvió y agradeció a la lagartija:

— Si no fuese que la señora me avisó a tiempo, Doña Lagartija, yo habría muerto en

la boca enorme del cocodrilo. ¿Por qué me avisó?

La lagartija miró para sus hijos y respondió:

— Porque me acordé de sus hijitos que se quedarían sin el padre, y sentí pena. Porque, si fuera yo la que estuviera en su lugar, no me gustaría que mis hijitos se quedaran solos.

El pájaro oyó, pensó un poco y decidió:

— Doña Lagartija, muchas gracias. Yo me voy  ahora; necesito encontrar comida para mis hijitos.

La lagartija se arrastró un poco e indagó:

— Señor Pájaro, ¿desistió de usarme como alimento?

El pájaro, preparándose para batir las alas, respondió:

— Es que sentí pena de sus hijitos, Doña Lagartija, que quedarían sin la madre. ¡Adiós!

Así, batiendo las alas, el pájaro levantó vuelo en busca de alimentación para sus hijitos. Había perdido sus presas, sin embargo estaba satisfecho. Podría haber caído en las garras del cocodrilo y nunca más vería a sus hijitos.

Tanto el pájaro como la lagartija entendieron que merece la pena retribuir el bien que nos hacen, pues generamos amistades que pueden ser valiosas, aunque al principio no podamos creer en eso.         

MEIMEI

(Recebida por Célia X. de Camargo, em 16/06/2014.)




                                                                                   



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