La paz no nos
vendrá por
decreto
Oriunda del
latín pace,
la palabra tanto
significa
ausencia de
violencia,
guerras y
conflictos de
naturaleza
externa, como
tranquilidad del
alma y ausencia
de conflictos
íntimos.
El tema fue
examinado
anteriormente en
este mismo
espacio cuando
comentamos la
sorpresa de
André Luiz,
después de pasar
ocho años en el
Umbral al
adentrar en la
colonia “Nuestro
Hogar”, donde el
escenario,
además de
encantador, era
repleto de
paz.(¹)
Quince días
pasados, Divaldo
Franco coordinó
en Foz do Iguaçu
(PR) más una
edición del
Movimiento
“Tú y la Paz”,
que él
idealizó y viene
realizando desde
el año 1998,
tanto en Brasil
como en el
exterior, con el
objetivo de
congregar
personas e
instituciones en
la construcción
y desarrollo de
la paz y de la
no violencia.
En sus innúmeras
manifestaciones
al respecto del
tema, Divaldo
tiene recordado
que la
violencia,
conforme
definición
atribuida a la
UNESCO, es una
enfermedad del
espíritu, de la
psique, y debe
ser tratada en
su origen. Ésa
es la razón por
la cual es
necesario
iniciar el
movimiento por
la paz en
nuestra casa,
amando más a
nuestros hijos
que ya son
amados, amando
más aquellos que
aún no lo son, y
tratando la
mujer con el
respeto y la
dignidad que la
mujer merece.
La paz ha sido
objeto de
preocupación
hace mucho
tiempo.
Es así que el
tema está en las
páginas de la
Biblia, tanto en
el Antiguo como
en el Nuevo
Testamento, en
los cuales son
evidenciadas con
clareza las
condiciones
indispensables
para que la paz
se concretice:
Si alguno de
vosotros les
decir: Id en
paz, calentad, y
hartad, y no les
dierais las
cosas necesarias
para el cuerpo,
¿qué provecho
vendrá de ahí?
(Santiago 2:16)
Ahora, el fruto
de la justicia
se siembra en la
paz, para los
que ejercitan la
paz. (Santiago
3:18)
Y el efecto de
la justicia será
la paz, y la
operación de la
justicia, reposo
y seguridad para
siempre. (Isaías
32:17)
Y buscad la paz
de la ciudad,
para donde os
hice transportar
en cautiverio, y
orad por ella al
Señor; porque en
su paz tendréis
paz. (Jeremías
29:7)
Cuanto a lo más,
hermanos,
regocijad, sed
perfectos, sed
consolados, sed
de un mismo
parecer, vivid
en paz; y el
Dios de amor y
de paz será con
vosotros. (II
Corintios
13:11)
Si fuese
posible, cuanto
estuviera en
vosotros, tened
paz con todos
los hombres.
(Romanos 12:18)
No hay paz para
los impíos, dice
mi Dios. (Isaías
57:21)
Pero los mansos
heredarán la
Tierra, y se
deleitarán en la
abundancia de
paz. (Salmos
37:11)
En la doctrina
espírita, las
condiciones que
se presentan
como esenciales
para que la paz
se torne una
realidad en
nuestra vida son
presentadas con
toda la clareza
en diversos
textos:
El amor está por
toda parte en la
Naturaleza, que
nos invita al
ejercicio de
nuestra
inteligencia;
hasta en el
movimiento de
los astros lo
encontramos. Es
el amor que orna
la Naturaleza de
sus ricos
tapices; él se
adorna y fija
vivienda donde
se le deparan
flores y
perfumes. Es aún
el amor que da
paz a los
hombres, calma
al mar, silencio
a los vientos y
sueño al dolor.
(Resumen de la
doctrina de
Sócrates y
Platón, n. XVI,
en El Libro de
los Espíritus,
Introducción,
IV.)
¿Con qué derecho
exigiríamos de
nuestros
semejantes mejor
proceder, más
indulgencia, más
benevolencia y
devoción para
con nosotros, de
que los tenemos
para con ellos?
La práctica de
esas máximas
tiende a la
destrucción del
egoísmo. Cuando
las adoptaren
para regla de
conducta y para
base de sus
instituciones,
los hombres
comprenderán la
verdadera
fraternidad y
harán que entre
ellos reinen la
paz y la
justicia. No más
habrá odios, ni
disensiones,
pero, tan
solamente,
unión, concordia
y benevolencia
mutua.
(Allan Kardec,
en El Evangelio
según el
Espiritismo,
cap. XI, ítem
4.)
Que mis hermanos
encarnados crean
en la palabra
del amigo que
les habla,
diciéndoles: Es
en la caridad
que debéis
buscar la paz
del corazón, el
contentamiento
del alma, la
medicina para
las aflicciones
de la vida. Oh!
Cuando
estuviereis a
punto de acusar
a Dios, lanzad
una mirada hacia
abajo de
vosotros; cuanto
de miserias a
aliviar, cuantos
pobres niños sin
familia, cuantos
ancianos sin
cualquier mano
amiga que los
ampare y les
cierre los ojos
cuando la muerte
los reclame!
(Adolfo, obispo
de Argel, en El
Evangelio según
el Espiritismo,
cap. XIII, ítem
11.)
Mis hijos, en la
máxima: Fuera de
la caridad no
hay salvación,
están encerrados
los destinos de
los hombres, en
la Tierra y en
el cielo; en la
Tierra, porque a
la sombra de ese
estándar ellos
vivirán en paz;
en el cielo,
porque los que
la hubiesen
practicado
encontrarán
gracias delante
del Señor. Esa
divisa es
antorcha
celeste, la
luminosa columna
que guía el
hombre en el
desierto de la
vida,
encaminándolo
para la Tierra
de la Promisión.
(Paulo, el
apóstol, en El
Evangelio según
el Espiritismo,
cap. XV, ítem
10.)
Cuando, por toda
parte, la ley de
Dios servir de
base a la ley
humana, los
pueblos
practicarán
entre sí la
caridad, como
los individuos.
Entonces,
vivirán felices
y en paz, porque
nadie cuidará de
causar daño a su
vecino, ni de
vivir a expensas
de él.
(El Libro de los
Espíritus,
cuestión 789.)
En razón de
enseñanzas tan
claras, se queda
evidente que
todos nosotros –
individualmente
o colectivamente
– podemos
contribuir con
nuestro ladrillo
para la
edificación de
una sociedad más
justa, más
fraterna y
solidaria,
creando así las
condiciones que
harán de este
orbe un mundo de
paz, como, por
señal, previno
el salmista.
(¹) El texto,
que fue
publicado en la
edición 168, se
titula El
secreto de la
paz en “Nuestro
Hogar”. He
aquí el enlace:
http://www.oconsolador.com.br/ano4/168/editorial.html
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