En un bello lago, jugaba
una linda patita,
divirtiéndose con sus
hermanos. El día estaba
lindo y el sol brillaba
en lo alto.
Al alejarse de su mamá,
ella les dijo:
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- Jueguen bastante en el
agua; pero tengan
cuidado con aquellos
bichos que no conozcan,
hijos míos. ¡Pueden ser
peligrosos!
- Está bien, mamá. No
te preocupes, yo cuidaré
de ellos – afirmó la
patita que era un poco
mayor y que amaba mucho
a sus hermanitos.
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Así, atravesaron el
pequeño pasto y llegaron
al lago. Contentos, se
lanzaron luego al agua
fresca, a nadar
divirtiéndose.
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Pero aquel día, llegó a
ese lugar un bello cisne
real, orgulloso de su
procedencia y de su
belleza. Al ver a los
patitos nadando, lleno
de arrogancia, habló
irritado:
- ¡¿Qué?!... ¿Voy a
tener que compartir este
lugar con estos patitos
despreciables?
Y, hablando así, alzó
sus bellas alas,
nervioso, y las golpeó
contra el agua, incapaz
de aceptar tal
humillación.
Doca, la patita, sacudió
el agua de sus alas y
respondió:
- Pues sepa, señor Cisne
Real, que hace mucho
tiempo que nos bañamos
en este lago. Y usted,
¿quién es para reclamar
así? ¿Acaso es el dueño
del lago?
El Cisne Real, con
expresión de desdén,
miró para otro lado;
luego se volteó,
afirmando:
- Soy de familia noble,
jovencita, y fui traído
a esta propiedad para
engalanar este lugar,
donde solo existen aves
como ustedes, ¡patos
pobres y feos!
Y, al hablar, el Cisne
levantaba sus bellas y
grandes alas,
exhibiéndose delante de
los patitos.
Humillada, la patita
Doca, escuchando las
palabras del Cisne, bajó
la cabecita, avergonzada
de su pequeñez.
Y el Cisne, después de
exhibirse delante de los
patitos, salió a nadar,
rebosante de frescura y
arrogancia, mientras
ellos lo miraban llenos
de admiración.
En eso, observándolo a
lo lejos, Doca notó que
el lindo Cisne parecía
estar en apuros; agitaba
las grandes alas, pero
no lograba salir del
lugar.
Doca, dueña de un
corazón bueno y
generoso, preocupada por
el Cisne, que no conocía
aquel lago, nadó lo más
rápido que pudo para ver
lo que sucedía, seguida
por sus hermanitos.
Al acercarse, Doca vio
que el bello Cisne
estaba atrapado entre
las ramas que, debido a
las fuertes lluvias que
ocurrieron en aquel
lugar, se habían quedado
escondidas en el agua.
Entonces, la patita se
acercó, se sumergió y
vio la rama donde el
Cisne estaba atrapado.
Pero ella sola no
conseguiría liberarlo.
Entonces, llamó a los
patitos, sus hermanos,
para que la ayudaran a
retirar la rama que
sujetaba al Cisne.
- ¡Tenemos que ser
rápidos! – exclamó. –
Cuanto más se mueve el
Cisne, más se queda
atrapado en las ramas.
¡Vengan! Les voy a
mostrar como liberarlo.
Así, la patita Doca se
sumergió, mostró a sus
hermanitos lo que debían
hacer, retirando las
ramas hasta que el Cisne
pudiera quedar libre.
De ese modo, en poco
tiempo el bello Cisne
estaba libre.
Avergonzado, agradeció a
Doca y sus hermanitos
que lo habían liberado:
- ¡Les agradezco desde
el fondo de mi corazón
por la ayuda que ustedes
me dieron! Y estoy
avergonzado por las
palabras ofensivas que
les dije cuando nos
encontramos por primera
vez.
Doca, con carita tímida,
respondió:
- No se preocupe, señor
Cisne. Nosotros no nos
sentimos ofendidos por
sus palabras.
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- ¡Pero no debí haberles
dicho esas cosas
horribles!
Doca movió su cabecita
y, con generosidad,
respondió:
- Pero usted, señor
Cisne, es mucho mejor y
más bonito que nosotros,
¡eso es un hecho!
Nosotros lo admiramos
mucho, ¿no es verdad,
niños?
Los patitos movieron sus
cabecitas, risueños y
llenos de admiración,
asintiendo.
El Cisne, ahora más
humilde, con la cabeza
gacha, reconoció:
- ¿Pero de qué me sirve
mi belleza y mi orgullo,
si pude haber muerto
atrapado entre las
simples ramas de los
árboles, si no fuera por
la ayuda que recibí de
ustedes? Fueron muy
eficientes en la ayuda
que me dieron y les
quedaré agradecido por
el resto de mi vida.
El bello Cisne dejó de
hablar, miró a cada uno
de ellos y dijo,
abriendo sus lindas
alas:
- ¿Amigos? ¿Me
perdonan?
Doca y los patitos
corrieron para cobijarse
bajo las lindas y
enormes alas del Cisne,
que los acogió con
cariño.
- Señor Cisne, ¡estoy
contenta de que seamos
amigos de aquí en
adelante! ¡Y, si nos
necesita, cuente con
nosotros!... – respondió
Doca.
El lindo Cisne Real
dijo, con tristeza:
- Cuando fui comprado y
vine para acá, me quedé
sin mi familia… ¡Ahora
estoy solo en el
mundo!... Me gustaría
que me considerasen
parte de su familia.
- ¡Claro! ¡Ahora seremos
una sola familia! Venga
con nosotros, Cisne.
Vamos a presentarle a
nuestra mamá. ¡Estoy
segura de que ella lo
recibirá con las alas
abiertas!...
A partir de ese día,
sentimientos de
verdadera amistad y
compañerismo nacieron
entre la familia de los
patitos y el lindo Cisne
Real, que pasó a
comprender que todos
somos hijos de Dios y
que nadie es mejor o
peor que los demás.
¡Sólo somos diferentes!
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, el
16/03/2015.)
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