Zezé Bergamo
Zezé, Bizé,
María José…
El nombre poco
importaba. Al
decirlo, todos
sabíamos que
seríamos
atendidos, fuese
en el ámbito de
la familia, en
el recinto de un
hospital o en un
rincón
cualquiera de la
Casa Espírita.
Hoy, día 14,
hace ocho días
que ella partió.
Quien no es
espírita,
ciertamente hace
la pregunta:
¿Partió para
dónde?
Partió para un
bonito lugar de
donde, poco más
de 73 años
atrás, ella
salió para
constituir en
nuestro país una
linda familia.
Partió para
reencontrarse
con el compañero
amado, que había
regresado más
temprano, como
que dando curso
a una
programación
donde alguien
llega primero
para preparar la
recepción a los
que vendrán
después.
Vinculada desde
la creación de
esta revista al
grupo de
compañeros que
fundó y mantiene
este proyecto,
Zezé Bergamo
hizo por
nosotros lo que
ya hiciera antes
y también
después en todos
los lugares por
donde pasó y en
todas las
actividades a
que se dedicó,
con una
abnegación poco
vista y por eso
admirada por
todos.
Su actuación en
la existencia
ahora terminada
probó que es
posible, mismo
en el mundo
atribulado en
que estamos,
atender a los
deberes de
naturaleza
familiar sin
olvidarnos del
compromiso que
tenemos para con
los otros
hermanos,
especialmente
los que sufren.
Unida hace
varios años, tal
como su hermano
Cid, a las
actividades del
Hospital del
Cáncer de
Londrina, no
hay, entre las
personas que
allí sirven,
quien desconozca
la importancia
del trabajo que
ella realizaba,
lo que era
reconocido
también, y
principalmente,
por los
familiares de
los pacientes
que en aquel
hospital se
encontraban
ingresados.
Hacía parte de
varios trabajos
en la Casa
Espírita,
integraba
también el Grupo
Esperanza, que
realiza en uno
de los salones
del Hospital del
Cáncer un
trabajo
inspirado por
Lucilla
Ballalai,
denodada
trabajadora
espírita que
fundó el
conocido
establecimiento
hospitalario. En
el mencionado
Grupo son
acogidos y
orientados,
además de muchos
otros, Espíritus
de hermanos que
desencarnaron en
el aludido
hospital, bien
como realizado
el importante
trabajo de
oraciones y
vibraciones por
los enfermos
allí
hospitalizados.
El trabajo de
Zezé Bergamo
iba,
evidentemente,
mucho más allá
de todo eso y ni
es necesario
mencionar el
cariño y la
diligencia con
que atendía y
buscaba resolver
las dificultades
de cada hijo, de
cada nieto, de
cada familiar,
que tenían en
ella aquello que
popularmente
llamamos de
puerto seguro.
Zezé Bergamo
partió, pero
sabemos que en
espíritu ella
jamás estará
ausente y mucho
menos distante
de sus queridos
familiares y de
todos aquellos a
quien dedicó
horas preciosas
de su tiempo y
la propia vida.
Es esa certeza
que nos conforta
y consuela,
porque
aprendemos, en
la lecciones del
Espiritismo, que
la muerte
efectivamente no
existe, pues
constituye tan
solamente un
cambio de
dirección de
aquel que parte,
sin afectar el
amor, el cariño
que unen las
personas que
realmente se
aman.
Feliz regreso a
la patria
espiritual a la
querida amiga,
he aquí los
votos de todos
nosotros que
hacemos parte
del equipo que
semanalmente
busca llevar una
palabra de
confort y de
esclarecimiento
a todos que nos
leen.
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