Continuamos con el
Estudio Metódico del
Pentateuco Kardeciano,
que focalizará las cinco
principales obras de la
Doctrina Espírita, en el
orden en que fueron
inicialmente publicadas
por Allan Kardec, el
Codificador del
Espiritismo.
Las
respuestas a las
preguntas presentadas,
fundamentadas en la 76ª
edición publicada por la
FEB, basadas en la
traducción de Guillon
Ribeiro, se encuentran
al final del texto.
Preguntas
para debatir
A. ¿Dónde
está escrita la ley de
Dios?
B. Según
la enseñanza espírita,
Jesús es el tipo más
perfecto que Dios
ofreció al hombre para
servirle de guía y
modelo. Pues bien,
considerando que Jesús
enseñó las verdaderas
leyes de Dios, ¿qué
utilidad tiene la
enseñanza que los
Espíritus nos traen?
C. Para
agradar a Dios y
asegurar una buena
posición futura, ¿basta
al hombre no practicar
el mal?
D. ¿Hay
diversos grados en el
mérito del bien que
practicamos?
E. ¿En
cuántas partes la
enseñanza espírita
divide la ley de Dios y
cuál de ellas es la más
importante?
Texto para la lectura
342. La
ley natural es la ley de
Dios y es la única
verdadera para la
felicidad del hombre.
Ella le indica lo que
debe hacer o dejar de
hacer, y sólo es infeliz
cuando se aparta de ella.
(L.E.,
614)
343. La
ley de Dios es eterna e
inmutable, como Dios
mismo.
(L.E., 615)
344. Dios
no se equivoca. Son los
hombres los que son
obligados a cambiar sus
leyes, por ser
imperfectas. Las leyes
de Dios son perfectas.
La armonía que reina en
el Universo material, y
en el universo moral, se
basa en leyes
establecidas por Dios
desde toda la
eternidad.
(L.E.,
616)
345.
Todas las leyes de la
Naturaleza son leyes
divinas, porque su autor
es Dios. El sabio
estudia las leyes de la
materia, el hombre de
bien estudia y practica
las del alma. El hombre
puede profundizarlas,
pero una sola existencia
no basta para ello.
(L.E.,
617 y 617-a)
346.
Entre las leyes divinas,
unas regulan el
movimiento y las
relaciones de la materia
inerte: son las leyes
físicas, cuyo estudio
pertenece a la Ciencia.
Las otras conciernen
especialmente al hombre
en sí mismo y en sus
relaciones con Dios y
con sus semejantes: son
las leyes morales.
(L.E., 617, comentarios
de Allan Kardec)
347. La
razón nos dice que las
leyes divinas son
apropiadas a la
naturaleza de cada mundo
y adecuadas al grado de
progreso de los seres
que los habitan.
(L.E., 618)
348. Los
hombres pueden conocer
la ley de Dios, pero no
todos la comprenden. La
comprensión varía según
el grado de perfección
que el alma haya
alcanzado. (L.E., 619 y
620)
349. El
verdadero profeta es un
hombre de bien,
inspirado por Dios.
Podéis reconocerlo por
sus palabras y por sus
actos. Dios nunca se
sirve de la boca del
mentiroso para enseñar
la verdad.
(L.E.,
624)
350. Las
leyes divinas están
escritas en todas
partes, en el libro de
la Naturaleza. Es por
eso que sus preceptos
fueron proclamados, en
todas las épocas, por
los hombres de bien y
que sus elementos se
encuentran, a pesar de
incompletos o
adulterados, en la
doctrina moral de todos
los pueblos salidos de
la barbarie.
(L.E.,
626)
351. Es
necesario que cada cosa
venga a su tiempo. La
verdad es como la luz:
el hombre necesita
habituarse a ella poco a
poco; de lo contrario,
se deslumbra. Jamás
permitió Dios que el
hombre recibiese
comunicaciones tan
completas e instructivas
como las que hoy le son
dadas.
(L.E., 628)
352. La
moral es la regla para
comportarse bien, esto
es, la distinción entre
el bien y el mal. Se
basa en la observancia
de la ley de Dios. El
hombre procede bien
cuando hace todo por el
bien de todos, porque
entonces cumple la ley
de Dios. (L.E., 629)
353. El
hombre, cuando cree en
Dios y quiere saberlo,
tiene medios para
distinguir por sí mismo
lo que es el bien de lo
que es el mal. Dios le
dio para eso, la
inteligencia.
(L.E.,
631)
354.
Jesús dijo: Ved lo que
quisierais que se os
hiciese. Todo se resume
en eso. Obrando así,
nadie se equivocará en
la distinción entre el
bien y el mal.
(L.E., 632)
355. La
ley natural se aplica a
todo: cuando coméis en
exceso, verificáis que
eso os hace mal. La ley
natural traza al hombre
el límite de sus
necesidades. Si él lo
traspone, es castigado
con el sufrimiento. Si
escuchara siempre la voz
que le dice – basta,
evitaría la mayor parte
de los males, cuya culpa
atribuye a la
Naturaleza.
(L.E., 633)
356. ¿Por
qué el mal está en la
naturaleza de las cosas?
¿No podía Dios haber
creado a la Humanidad en
mejores condiciones?
Respuesta: “Ya te
dijimos: Los Espíritus
fueron creados simples e
ignorantes. Dios deja
que el hombre elija el
camino. Tanto peor para
él si toma el camino
malo: más larga será su
peregrinación. Si no
existiesen montañas, el
hombre no comprendería
que se puede subir o
bajar; si no existiesen
rocas no comprendería
que hay cuerpos duros.
Es necesario que el
Espíritu adquiera
experiencia; es preciso,
por lo tanto, que
conozca el bien y el
mal. Es por eso que se
une al cuerpo”. (L.E.,
634)
357. La
ley de Dios es la misma
para todos; pero el mal
depende principalmente
de la voluntad que se
tenga de practicarlo. El
bien es siempre el bien
y el mal siempre el mal.
Solamente hay diferencia
en cuanto al grado de
responsabilidad. El
hombre es más culpable
cuanto mejor comprende
lo que hace. (L.E., 636
a 638)
358. El
mal recae sobre aquél
que lo causa. Así, quien
es llevado a practicar
el mal por la posición
en que sus semejantes lo
colocan, tiene menos
culpa que aquellos que,
así procediendo, lo
ocasionaron. Cada cual
será castigado no sólo
por el mal que haya
hecho, sino también por
el mal que haya
provocado.
(L.E.,
639)
359.
Aquél que no practica el
mal, pero se aprovecha
del mal cometido por
otro, es tan culpable
como si lo hubiera
realizado. Aprovecharse
del mal es participar de
él.
(L.E.,
640)
360.
¿Será tan reprensible
desear el mal, como
hacerlo? Respuesta:
“Según. Hay virtud en
resistirse
voluntariamente al mal
que se desea practicar,
sobre todo cuando hay
posibilidad de
satisfacer ese deseo. Si
no lo practica sólo por
falta de ocasión, es
culpable quien lo
desea”.
(L.E.,
641)
361. No
existe nadie que no
pueda hacer el bien.
Solamente el egoísta
nunca encuentra ocasión
para practicarlo. No hay
un día de la existencia
que no ofrezca a quien
no sea egoísta la
oportunidad de hacerlo.
Porque para el hombre,
hacer el bien no
consiste sólo en ser
caritativo, sino también
en ser útil en la medida
de lo posible, todas las
veces que su ayuda pueda
ser necesaria. (L.E.,
643)
362. Para
ciertos hombres, el
medio en el que se
encuentran ubicados
representa la causa
principal de muchos
vicios y delitos, pero
aún allí hay una prueba
que el Espíritu eligió,
estando en libertad,
llevado por el deseo de
exponerse a la tentación
a fin de tener el mérito
de la resistencia.
(L.E., 644)
363. Aún
sumergido en la
atmósfera del vicio, la
atracción hacia el mal
jamás es irresistible,
por cuanto dentro del
ambiente de vicio
encontramos grandes
virtudes.
(L.E.,
645)
364. El
mérito del bien está en
la dificultad de
practicarlo. Ningún
merecimiento existe en
hacerlo sin esfuerzo y
cuando nada cuesta. Dios
tiene más en cuenta al
pobre que comparte su
único pedazo de pan, que
al rico que sólo da lo
que le sobra, dijo
Jesús, a propósito del
óbolo de la viuda.
(L.E., 646)
Respuestas a las
preguntas propuestas
A. ¿Dónde
está escrita la ley de
Dios?
En la
conciencia.
(El Libro
de los Espíritus,
preguntas 621, 621-a y
622.)
B. Según
la enseñanza espírita,
Jesús es el tipo más
perfecto que Dios
ofreció al hombre para
servirle de guía y
modelo. Pues bien,
considerando que Jesús
enseñó las verdaderas
leyes de Dios, ¿qué
utilidad tiene la
enseñanza que los
Espíritus nos traen?
A menudo,
Jesús empleaba en su
lenguaje alegorías y
parábolas, porque
hablaba conforme a los
tiempos y lugares. Ahora
es menester que la
verdad se vuelva
inteligible para todo el
mundo; por eso, es
necesario que aquellas
leyes sean explicadas y
desarrolladas, puesto
que son tan pocos los
que las comprenden y
menos aún los que las
practican. La misión de
los Espíritus superiores
consiste en abrir los
ojos y los oídos a
todos, confundiendo a
los orgullosos y
desenmascarando a los
hipócritas y los que se
revisten con el manto de
la virtud y de la
religión a fin de
ocultar sus torpezas.
(Obra
citada, preguntas 625,
627 y 628.)
C. Para
agradar a Dios y
asegurar una buena
posición futura, ¿basta
al hombre no practicar
el mal?
No. Le
corresponde hacer el
bien en el límite de sus
fuerzas, porque
responderá por todo el
mal que haya resultado
de no haber practicado
el bien.
(Obra
citada, preguntas 630,
641 y 642.)
D. ¿Hay
diversos grados en el
mérito del bien que
practicamos?
Sí. El
mérito del bien está en
la dificultad para
practicarlo. Ningún
merecimiento hay en
hacerlo sin esfuerzo y
cuando nada cuesta. Dios
tiene más en cuenta al
pobre que parte con otro
su único pedazo de pan,
que al rico que sólo da
lo que le sobra, dijo
Jesús, a propósito del
óbolo de la viuda.
(Obra
citada, preguntas 643 y
646.)
E. ¿En
cuántas partes la
enseñanza espírita
divide la ley de Dios y
cuál de ellas es la más
importante?
En diez
partes, tal como Moisés
la dividió con miras a
abarcar todas las
circunstancias de la
vida, lo cual es
esencial. La última
parte – la ley de
justicia, amor y caridad
– es sin embargo, la más
importante por ser la
que permite al hombre
adelantar más en la vida
espiritual y porque
resume todas las otras.
(Obra
citada, preguntas 647 y
648.)
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