Una receta para
apartar los
Espíritus malos
Toda vez que
alguien envuelto
en un proceso
obsesivo busca
auxilio en una
Casa Espirita,
las personas,
sobre todo sus
familiares,
imaginan que el
resultado
positivo se dará
rápidamente, lo
que ni siempre
ocurre.
¿Será que los
Espíritus
buenos, los
protectores
espirituales
llamados para el
socorro, son más
débiles que el
Espíritu
causador de la
obsesión?
No. No es eso
que ocurre. No
es el Espíritu
bueno que es más
débil: es la
persona que no
es bastante
fuerte para
sacudir el manto
lanzado sobre
ella, para
librarse del
constreñimiento
de los brazos
que la enlazan y
en los cuales,
es necesario que
se diga, algunas
veces se
complace. Luego,
si la persona
prefiere
complacerse en
el encantamiento
que la
coacciona, nada
o poco le podrá
hacer el amigo
espiritual.
Imaginemos, sin
embargo, que la
persona tenga
realmente el
deseo de
librarse de esa
dominación y
mismo así nada
consigue. ¿Cuál
es la
explicación?
Examinando ese
asunto, Kardec
explica que ni
siempre el
deseo, en estos
casos, basta,
porque la tarea
de la
desobsesión es
una especie de
lucha en contra
un adversario.
Si dos personas
luchan cuerpo a
cuerpo, aquella
que tiene
músculos más
fuertes derriba
la otra.
En los procesos
obsesivos, es
necesario luchar
no cuerpo a
cuerpo, pero
Espíritu a
Espíritu, y es
todavía aquí que
el más fuerte
dominará, siendo
que en ese caso
la fuerza está
en la
autoridad
moral que se
puede tomar
sobre el
Espíritu.
Esforzarse para
ser bueno,
tornarse mejor
si ya es bueno,
purificarse de
sus
imperfecciones,
en una palabra:
elevarse
moralmente lo
más posible, ese
el medio para
adquirirse el
poder de dominar
los Espíritus
inferiores y, de
esa manera,
apartarlos.
Pero – algunos
aún preguntan –
¿no pueden los
Espíritus
protectores
ordenar al
Espíritu malo
que se aparte?
Sin duda, pueden
y lo hacen
algunas veces;
no obstante,
permitiendo la
lucha, dejan
también a la
víctima del
proceso el
merito de la
victoria. Si
dejan debatirse
personas
merecedoras bajo
ciertos
aspectos, es
para probar su
perseverancia y
hacerlas
adquirir más
fuerza en el
bien, lo que
será, para
ellas, una
especie de
gimnasia moral.
Muchos, sin
duda,
preferirían una
receta práctica
para la
expulsión de los
Espíritus malos.
¿Quién sabe?
Algunas frases
de efecto,
algunas señales
cabalísticas, lo
que sería más
cómodo que
corregir sus
defectos. No se
conoce, sin
embargo, ningún
medio eficaz
para vencer un
enemigo sino
siendo
moralmente
más fuerte que
él.
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